jueves, 23 de diciembre de 2010

Soy


Puedo escribir y leer, incluso puedo entender versos de otros labios,
de otras manos y de más de un corazón.
Sé tratar con bestias y animales, con almas y con sueños,
aunque muchas veces estos últimos puedan con mi cabeza y mi razón.
Podría tratar de revelar mis secretos más profundos
pero estos no están en ningún sitio, me los robó un ángel camino del cielo y después cayó en picado.
Intentaré confesar momentos, intentaré explicaros el porqué de todo, de la escritura, de la comprensión y de la factura que paga cada mes mi corazón;
y lo haré poco a poco, a través de alguna que otra página resquebrajada por algún que otro rayo mal encajado, mal recibido, mal adiestrado al fin.
En lo más profundo de mi siempre ha existido el temor, siempre ha habido vergüenza. Siempre busco salidas a callejones en los que entré a trompicones sin apenas saber si quería entrar,
sin saber que en realidad quería llegar a ellos.
Pero lo peor no es eso, sino que jamás encontré más de la mitad de las salidas, siempre a medias, siempre a la mitad del callejón, siempre tirando la toalla, desapareciendo, bloqueándome.
Y de estas historias a medias aparece mi afición al callar, a escuchar y seguidamente interpretar las voces que llegan a mí, las pistas, los objetos, los susurros…
historias que siempre quedaron ahí y que ya son imposibles de alcanzar, de recuperar
aunque muchas veces me vienen a la cabeza, puedo recordarlas aunque nunca sabré si eso es bueno o malo.
Andando por la calle me cruzo con gente, gente que viene y va, y noto como todos ellos siguen su camino
de lo más profundo aparece una chica, habla por el móvil y comenta algo de una cena,
pasa de largo y su voz se vuelve a confundir con la de la masa, antes yo formaba parte de alguna de esas historias y ahora muero por saber siquiera como continúan estas con las que me cruzo, y si, más, más historias a medias aunque estas por suerte o por desgracia no me tienen a mí de co o protagonista.
Y aún y con todo la vida sigue su curso implacable, sigue con sus ganas de demostrar que manda, que nos puede, que nos guía sin tener en cuenta nuestro ser, nuestras ganas ni nuestro sentido.
Ellas, se cruzan sin saber nada de mí ni yo de ellas, un día, un lugar, una hora, un momento adecuado, dicen que eso lo cambia todo y es verdad. Un tropezón me hace caer,
me ayudan a levantarme y a volver a subir esas peligrosas y resbaladizas escaleras de la felicidad, todo parece siempre perfecto, parece, he dicho parece.
Y es que la vida sigue su curso sin parar, es un río y yo soy uno de los peces, algo parecido a un salmón, siempre a contracorriente a todas fuerzas, a todas ganas, a todo espíritu y como tal, tengo alguna que otra cicatriz pero nada diferente a los salmones que nadan conmigo, ni a todos los demás peces de este río.



SDLP

martes, 14 de diciembre de 2010

Hay que ser como los árboles


Aprender a ser como árboles, inmóviles a las consecuencias de la vida, levantando nuestro tronco después de cada caída, aprender que cuando algo va mal y un rayo nos parte en dos el alma hay que volverla a juntar i hacer que crezca aun más… Dejar pasar los rayos de luz siempre que queramos, evitando, de esta forma, lo malo de la vida y aprovechar solo lo que necesitemos...

Parece difícil, échale cabeza fría y aprenderás mucho más de lo que te puedan enseñar..

Be tree my friend!




SDLP