lunes, 29 de febrero de 2016

Un Gin tonic, por favor.




Dejaré que sea la Ginebra quien te cuente, de mi boca, todo aquello que soy incapaz de decirte.

Que sea ella, transparente como tú, quien te diga que no sé dejar de sonreír cuando escucho tu vocecita de fondo, allí, al otro lado de una mesa gigante, en una sala repleta de locos como nosotros.

Que sea su mezcla perfecta, la siempre amarga tónica, como tú, quien te diga que lo siente por perseguirte entre sueños, quimeras y somnolencias, quien adopte la postura de culpable por no entender ese primer ‘no’ camuflado entre vientos cálidos para no ser tajante como el frío invierno.

Que sea el pequeño toque ácido de las trazas de limón, como nosotros, quien te cuente con más o menos gracia que dentro de mí siempre hubo esa ‘ácida’ esperanza de cambio.

Finalmente, que sea el hielo, frío, como nuestras decisiones, quien congele allá donde sea este tenso momento, este impasse entre el bajar la cabeza al verte por vergüenza y levantarla para saludarte de nuevo, habiéndolo dejado todo atrás.


Que sea, pues, este gran combinado de mil variantes, quien te diga que lo siento, que siento haberme fijado en ti, pero que aún siento más que tú no te hayas fijado en mí. 




SDLP

viernes, 1 de enero de 2016

La Ola


El inmutable siempre eres tú. El que persiste siendo el mismo, el que sigue su corriente. El resto… ¿el resto? El resto se empeña en tirar por el suelo hasta las nubes y, así, cuesta todo el doble de lo que debería.

El inmutable, el que sigue adelante, el que se rige por sus decisiones y no por las de los demás. Al final, eres tú, no hay vuelta atrás en tus principios o deseos. Todo sigue adelante, cual ola que rompe con fuerza en cualquier costa o, incluso, en medio del mar.

Inmutable a lo que pase, a lo que llegue, a lo que surja de la nada y quiera derribar su estado o romper su destino antes de tiempo. Ahí sigues, porque supones que es lo que toca y supones que, aunque tu experiencia demuestra lo contrario, toca seguir adelante y no arrepentirse. Aunque a veces te arrepientes, te arrepientes y duele pero hay que seguir. Hay que ser como la ola, hay que romper cuando toca y no cuando los demás decidan, la Ola…

Sobrevives, o eso supones, aunque sobrevivir sea más típico de cobarde que de valiente luchador como te sueles repetir que eres, pero toca, toca afrontar que no eres el valiente que quieres ser ni el único que decide, y cuando otros deciden aquello que uno no quiere: duele. Y toca sobrevivir, sobrevivir otra vez y saber que toca levantar cabeza otra vez, sí, otra vez.

Hay algo que no debes olvidar jamás, Ola, y es que las hay capaces de derrumbar imperios, ciudades y países, otras, en cambio, no serían capaces de mover ni una hoja. Cuidado con lo que decides ser porque deberás ser consecuente contigo mismo y con todo aquello que sacudas, pero, sobre todo, contigo mismo. Ya que tú serás tu princesa y príncipe azul y, al mismo tiempo, tu propio cobrador del frac, juez y verdugo.

Y sigues en ello, en no darte por vencido, en luchar, gritar, caer y correr, en volcar coches, caravanas y demás sin temor a represalias, y es ahí, donde la vida suele ser siempre más dura de lo que parece aparentar, donde hay que saber qué clase de Ola se quiere ser y estar bien convencido de ello.
No dudes, costará. Dolerá. Romperá. Pero has de saber que el inmutable debes seguir siendo tu, pese a lo que el mundo aparente querer saber sobre ti,


Ola.





SDLP